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A lo largo de la historia, pocas bebidas han revelado tanto sobre nosotros como el vino y la cerveza. Distintas en naturaleza, simbolismo y tradición, las une una cosa: la capacidad de conectar.
Pero ¿por qué se dice que el vino es la bebida de los dioses, mientras que la cerveza es la bebida del pueblo? ¿Qué hay detrás de estas evocadoras definiciones?
El vino siempre ha tenido un aura divina. En la antigua Grecia, se dedicaba a Dioniso, dios de la embriaguez y el éxtasis místico. En Roma, se ofrecía a Baco durante rituales y festividades. Incluso en la tradición cristiana, el vino es símbolo de la sangre de Cristo: no es solo una bebida, es un vehículo de sacralidad.
Pero más allá de su función espiritual, el vino ha sido históricamente un símbolo de estatus y refinamiento. Cultivar la vid requería tiempo, un clima propicio y conocimientos especializados: no todos podían permitírselo. Así, el vino se convirtió en símbolo de pertenencia a una clase culta y privilegiada. Incluso hoy, disfrutar de un buen vino requiere gestos pausados, atención al detalle y una búsqueda del sabor: una auténtica experiencia sensorial.
La cerveza precedió al vino, probablemente hace más de 7000 años, en los campos de Mesopotamia. Se elaboraba a partir de granos fermentados, a menudo en casa, y las familias la consumían a diario. En Egipto, se utilizaba como pago para los trabajadores de las pirámides: la cerveza era "pan líquido", una fuente de energía y nutrición.
Con el tiempo, se ha convertido en la bebida de plazas, festivales y tabernas. Es inclusiva, directa y democrática. La cerveza no requiere rituales: basta con abrir una botella, descorchar una lata y brindar. Hoy, con el auge de las cervezas artesanales, vive una nueva era de experimentación y orgullo local, sin perder su espíritu sociable.
Hoy en día, la distinción entre "vino para pocos" y "cerveza para todos" es difusa. El vino se ha vuelto más accesible; la cerveza ha conquistado los paladares más exigentes. Ambos cuentan historias de territorio, de artesanos apasionados, de experiencias que vale la pena compartir.
En última instancia, beber bien , ya sea vino o cerveza, es un gesto de cultura, respeto y placer.
Y tú ¿de qué lado estás?
Ya sea que le guste la complejidad aromática de un vino tinto añejo o la refrescante frescura de una cerveza artesanal, nuestro bar de vinos y restaurante ofrece lo mejor de ambos mundos.
Brindemos con nosotros: porque seas hijo de los dioses o del pueblo, siempre hay un buen motivo para levantar tu copa.